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Pagos con el móvil: El mundo emergente gana la partida a los países desarrollados y ¡de qué manera!

  • Foto del escritor: Micky Turci
    Micky Turci
  • 8 mar 2018
  • 3 Min. de lectura

Si comparamos el volumen de negocio que se paga con el móvil en China con el que se apoquina en Europa o en EE.UU las cifras marean, pero marean las cifras de China, las otras dan risa por ruinosas. Tampoco son tontería las cantidades que se empiezan a mover desde los smartphones en los países de todo el tercer Mundo, desde los países con economías emergentes y lugares con poca tradición bancaria.


Si a este fenómeno añadimos que los grandes del hardware y software móvil, Samsung, Apple y Android no han encontrado la vía para que sus millones de usuarios metan sus tarjetas de crédito en sus aparatitos, pienso que no es por una falta de confianza al aparatito en sí, sino por una razón psicológica que nos impide ver el dinero como algo digital.


EEUU y Europa crearon el dinero como lo conocemos ahora, con sus infalsificables tejidos, tintas y texturas, con su olor impregnado de mil manos, con esa pátina de riqueza que contiene el billete, con ese halo invisible que entristece a quien lo suelta de su mano y regocija a quien lo recibe en la suya. Esa tradición es la que está lastrando los vientos del cambio en Occidente y no tanto en oriente. Las formas de pago en los países ricos están demasiado establecidas en el inconsciente de la sociedad, en su ADN.


Volviendo al ejemplo chino, donde hace muy pocos años todo era controlado por el Estado, donde el pueblo se regía por una sola línea de normas y era imposible salirse -llegada la pseudo libertad, las fragancias de capitalismo y la popularidad del dinero- para los paisanos de por allí este despertar consumista ya coincidía en sus vidas con la imparable ola de tecnología que nos invade. He aquí la razón de que es más habitual verse chino en el espejo con un móvil en la mano que con un billete en el bolsillo.


Los Alibabá de turno, los Tencent que todo lo controlan (540 millones de usuarios la primera y 800 la segunda) son empresas digitales, la cara del tendero está en la pantalla del móvil y la campanita de la caja registradora suena por el altavoz. Ellos no piensan en el dinero como los billetes que tanto reconfortan en su cartera al jubilado europeo, lo ven como un numerito que pasa por la red de las manos del consumidor a las arcas de su emporio.


Visto esto, hay algunas cifras que apoyan esta descripción reflexiva. En China se han movido a través del móvil en 2017 nada menos que 100 veces más que en el mercado estadounidense. En la “Trump´s farm” se intercambiaron 150.000 millones de dólares, multipliquen ustedes por 100 y obtienen el ¡bingo! chino. Ahí es "ná".


Apple, Android y Samsung, conquistaron nuestro bolsillo con sus aparatitos, han conseguido que cada persona sea un terminal, pero en cambio (¡Y no será por el bombardeo diario que nos ataca!) no han conseguido entrar en nuestras carteras. Tan solo el 6% de los usuarios de iphone usan el Apple Pay, peor aún le va peor a Android, un 2% de los teléfonos con ese sistema operativo se ha inclinado a usarlo en los USA. Samsung da una cifra algo mayor, un 14%, aunque a la gran mayoría les preocupa la seguridad.


En el Viejo continente y su Dorado, EE.UU, los cambios vendrán por otros caminos, las tan ansiadas modas que, una vez instaladas entre los mortales, todos los grandes de la industria se quieren colgar la medalla de haber sido ellos sus creadores, pero que en realidad obedecen a coincidencias, azares y otras combinaciones que ni el más algoritmo de los algoritmos es capaz de predecir.


Lo que está claro es que la partida que se está jugando es muy potente, hay muchísimo dinero en el tapete y nadie tiene certeza de quién va a ganar si el Goliath de la banca o el David creativo y cercano a los usuarios refugiado en un garaje de startup. Y puestos a divagar por qué no puede ser el martillo del clavo una empresa española, porque haberlas haylas en concreto una en Valladolid de la que pronto podremos contar las cosas que sueñan y cómo las hacen.


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